Marchando una de canallas, por Toni Luque

Válgame la historia del hombre que pasaba tanto rato en el bar, que se convirtió en taburete. Este sugerente comienzo fue la tarjeta de presentación del grupo La Canalla y su declaración de intenciones. Renovadores de la copla, poetas de barra y pregoneros de lo cotidiano, la salida de su último trabajo discográfico, El bar nuestro de cada día, es un punto y seguido en su trayectoria creativa, iniciada con el disco Flores y malas hierbas. La música de La Canalla es un cancionero de copla urbana actualizada. Se aliña con gotas de jazz, algún suspiro de tango, lágrimas de blues, leves toques de música popular y un poquito de bolero. Con estos ingredientes, y alguno más que se saborea en cada canción, la banda gaditana consigue un menú fresco y elaborado, con un punto guasón. Dos son los cocineros principales de este proyecto. Antonio Romera 'Chipi' se encarga de la compra, mientras que el pianista Javier Galiana cocina a fuego lento, con precisión, cada plato. Los encargados de servirlos en la mesa son el batería José Benítez, el contrabajista José López y el trompetista Julián Sánchez. A este quinteto hay que unir los postres que aportan colaboraciones como Mariana Cornejo, Javier Ruibal, Muchachito Bombo Infierno o Vicky Luna, que terminan por redondear el menú. En realidad, los discos de La Canalla parecen apuestas ganadas para ver cuántos estilos diferentes caben en un mismo trabajo. Son paraísos reales, que encontramos en cada esquina. Comienzan en la barra de la taberna de la esquina y terminan en las azoteas, justo cuando las vecinas tienden la ropa, o al revés. Lo más bello de esta propuesta es que cada historia tiene cara, nombre y apellidos. Héroes de la calle, princesas de barrio, personajes repudiados. Todos destilan sabor a vida, aroma a vino y tabaco, y conviven en la música de La Canalla, sin salir en periódicos ni televisiones. De este elenco de protagonistas, hay buenos ejemplos en El bar nuestro de cada día, último disco de la banda editado en abril de este mismo año. En él se dan la mano la virgen blanca de Arousa, a la que le cantan que al mar le faltan marinos, y al futuro un sueldo fijo, y la Virgen negra de Bamako, un metro ochenta de hembra y de pura indiscreción, a ritmo de reguetón africano. En este paraíso se encuentran los mercaderes del puerto moviéndose por tanguillos de Cádiz y el mismísimo Perico Papela, un Pedro Navaja a la andaluza que se camufla en los bajos fondos bailando jazz. No faltan tampoco los sabios ascetas, viviendo la filosofía del cartón de Don Simón o la Niña del fuego, una reina a la que velar en un rescoldo de sábanas blancas. En la taberna de guardia nació el niño de Morón, en un portal de blues flamenco, hecho de Canasto y algodón, para homenajear a los soldados norteamericanos que llegaron a Rota y Morón y se fascinaron con las flamencas y el flamenco. En este ambiente María es Maruja, Maruja en flor, 'arreglá' pero informal, con su copita de vino y su pastilla de orfidal, gracias a la sublime voz de Mariana Cornejo. Con esta pruralidad de estilos y personajes, La Canalla presenta una filosofía de vida que se pregona en los bares y se tararea en la cama. Bienvenidos al universo canalla, donde la palabra se traduce a música y la vida se abre paso a borbotones, aunque a veces duela.

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