Londres: aquel golpe de suerte, por José Luis Delgado

Toda persona, a lo largo de los años en los que transcurre su vida, tiene (o al menos debería tener) una lista de cosas que hacer antes de morir. Evidentemente no soy una excepción, y en esta crónica voy a poder contaros que el pasado mes de mayo pude tachar de mi lista un par de cosas.
Como apasionado del baloncesto europeo que soy, una de las cosas que tenía en mi lista era poder ir a ver en vivo una Final Four de la Euroliga. La otra se trataba de volver a visitar alguna vez la ciudad de Londres, dado que pude hacerlo una vez con 17 años, cuando fui beneficiario de aquella beca del Ministerio de Educación que este año ha desaparecido.
Cierto día me encontré por alguna red social un anuncio de un juego de predicciones promovido por una conocida casa de apuestas en el que uno de los premios eran 2 entradas VIP para la Final Four de la Euroliga que se celebró en mayo, precisamente en Londres. Al ser mayor de edad y no haber dinero en juego, decidí probar. Cuál fue mi sorpresa cuando en un partido logré los puntos necesarios y resulté uno de los ganadores de aquellas 2 entradas.
Tras el rechazo a la propuesta de acompañarme de un par de amigos por inconveniencias en las fechas, una tercera amiga aceptó venir a vivir la experiencia y, con los vuelos y el hotel reservados, podíamos decir que nos íbamos a Londres.
Una vez allí, el jueves todo fue acertar con los medios de transporte para llegar al hotel. Y el viernes, por fin, llegamos al O2 Arena. Por si fuera poco, vimos la primera parte de la primera semifinal a pie de pista gracias a los animadores (las entradas eran para la fila 10, en el centro). Por fin podíamos decir que estábamos viendo el mejor baloncesto europeo en directo, y además rodeados de varias personalidades del deporte en el restaurante: Ricky Rubio, Sabonis, Epi, Dueñas, Garbajosa,…
El sábado, al no haber partidos, decidimos ir a ver el Big Ben y el London Eye, esa gran noria al otro lado del Támesis, además de visitar la Fanzone, instalada en Trafalgar Square, donde pudimos hacernos una foto con el trofeo de la Euroliga (o una réplica quizás, a saber) además de hacer algunas compras.
El domingo fue sin duda el día grande gracias a la disputa de la gran final del campeonato. Un partido intenso entre el Olympiakos griego y el Real Madrid (tras el igualado partido por el tercer puesto entre el CSKA de Moscú y el FC Barcelona) en el que el equipo blanco empezó muy bien, pero más adelante no fue capaz de mantener su ventaja ante un equipo llevado en volandas por su afición de una forma que resultaba contagiosa y le ponía a uno la piel de gallina.
Una de las cosas que nunca olvidaré será ese momento en el que, durante el descanso en el restaurante, mi amiga me comentó “me siento hasta importante con tanto VIP” y tuve que discrepar, yo me sentía más pequeño (mido 1’67 m) ante tanta leyenda viva que admiro.
Lo único malo de aquella noche fue tener que salir corriendo tras ver a los griegos levantar el trofeo para no perder el Metro. Volver al hotel, dormir un poco y recoger las cosas para volver a España a primera hora de la mañana del lunes. Acabábamos así una experiencia inolvidable en el que probablemente haya sido, hasta la fecha, el mejor fin de semana de nuestras vidas.
Comencé mi crónica diciendo que taché aquellas dos cosas de mi lista que hacer antes de morir. Terminaré diciendo que añadí “volver a ver en vivo una Final Four” y “visitar Londres por tercera vez”, claro que al igual que en febrero no sabía que viviría esta experiencia, ¿quién sabe lo que viviremos en el futuro?...

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