Energías renovables sí, por Berganza

Querido Cipión, las energías renovables, derivadas principalmente del inmenso poder energético que emana de la radiación solar, constituyen al mismo tiempo las más antiguas y modernas fuentes de energía. Nuestros antepasados al descubrir el fuego emplearon la energía de la fotosíntesis, la cual convierte las plantas en compuesto orgánico capaz de reaccionar. Las sociedades avanzaron y aprendieron a canalizar los movimientos del agua y del viento (molinos para moler grano o regar cultivos). Esta sofisticación, mi querido cánido, se tradujo en diseñadas soluciones arquitectónicas para las casas que se orientaban para aprovechar las ventajas de la energía solar y eólica reduciendo la necesidad de fuentes artificiales.
La Revolución Industrial vio la llegada de fuentes de energía “no renovables” –tales como el carbón, petróleo y gas natural (combustibles fósiles) que comenzaron a imponerse debido a su facilidad de extracción, disponibilidad y bajo coste. Sin embargo mi querido cánido, estos recursos están en fase de agotamiento sin que quepa la re/auto-generación, sin perjuicio de que contribuyen al calentamiento global de la Tierra y de ser fuente de inestabilidad política y desigualdad ya que, únicamente aquellos países que cuentan con ellos pueden desarrollarse económicamente a la par que imponer sus precios a aquellos otros que carecen de ellos.
Tras la II Guerra Mundial emergió la energía nuclear, considerada como la panacea que resolvería los inconvenientes de los combustibles fósiles. Inicialmente se creyó barata, abundante y una alternativa “limpia”. Pero basta mencionar “Chernobyl” -mi querido cánido- para entender que los residuos generados son tóxicos y contaminantes, sin perjuicio de que sus productos pueden utilizarse para programas armamentísticos de finalidad “poco o nada humanitaria”.
Cipión mío, volviendo a las energías renovables, habida cuenta de la cantidad de aparatos eléctricos que empleamos a diario, es preciso hacer referencia a su importancia en el ámbito de la generación eléctrica. Ya en abril 2007 Greenpeace presentó un estudio en el que demostraba que el 100% de la electricidad generada en España podría ser renovable. Lo único que se requiere para ello es una necesaria voluntad política encaminada a desarrollar las energías renovables y la eficiencia energética (eliminación del consumo superfluo). Sin embargo, la presión que ejerce el oligopolio de las compañías eléctricas sobre el Poder Ejecutivo está frenando este progreso.
La sociedad española -enterada del fraude de las empresas eléctricas- comprende que las energías renovables -en especial la solar fotovoltaica- pueden reemplazar a los combustibles fósiles y a la energía nuclear; por ello comienza a organizarse a nivel local e implementar soluciones renovables de autoconsumo al objeto de: (i) no solo contribuir a una sociedad sostenible (fruto de nuestro legado a posteriores generaciones) sino, también, (ii) a reducir la factura de la luz (que tanta falta hace habida cuenta los tiempos que corren). Es conveniente que sepas -mi querido cánido- que conceptos tales como “déficit tarifario ocasionado por la inversión que las energías renovables requieren” son simples invenciones técnico-legales carentes de racionalidad.
Cipión mío, el sentido común y la vuelta a lo básico (como hicieron nuestros antepasados con el fuego) es lo que debería imponerse, especialmente en España que goza de una media de 360 días de sol al año. Por tanto, toda política no dirigida al desarrollo y uso de una energía limpia, eficaz y barata -como es la solar- no se comprende a no ser que esté promovida por intereses ocultos de unos pocos en detrimento del interés general.

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