Amigo Berganza, quizá todo lo renovable, lo ambiental y lo reciclable te suene a modernidad y progreso. Quizá sonara así a principios de los noventa. La extinción de recursos naturales, la degeneración del medio ambiente y la destrucción del planeta parecían evidentes si no se ponía solución, y ahí proliferaron nuevos estudios sobre las energías renovables y una extensa normativa dispuesta a implantarlas por encima de cualquier otra deliberación.
En este contexto, amigo cánido, tú argumentarás lo bien que se han implantado estos nuevos sistemas, su abultada aportación al mantenimiento del medio ambiente y su pronta acogida por parte de la ciudadanía. Déjame responderte: esa implantación tiene un claro amigo: la subvención. ¿Cuánto dinero se ha destinado a fomentar la instalación de plantas productoras de energías renovables? ¿Acaso el precio al que pagábamos esa energía no era mucho más elevado que el de la energía “convencional”? ¿Acaso es viable económicamente la implantación masiva de estos sistemas?
De otra manera, lo que quiero hacerte ver no es mi negativa al uso de energías renovables, Berganza, sino mi total seguridad de que éstas son insuficientes para abastecer a una población como, centrémonos en nuestro propio ombligo, España. ¿Sabes cuántas hectáreas de terreno son necesarias para producir energía eléctrica que abastezca a una población como Montilla? Aquí defiendo la inviabilidad de las renovables. Dudo mucho que nos merezca la pena sembrar nuestros campos de huertos solares, estaciones geotérmicas o centrales eólicas. El impacto visual e incluso ambiental sería terrible. Si tanto se critica la voraz especulación inmobiliaria en la costa o la ocupación de los campos por el ladrillo, ¿no estamos haciendo lo mismo con estas extensas instalaciones? ¿Sustituimos en la tierra alimentos básicos por producción de energía, por muy limpia que sea?
¿Y el paisaje? ¿Lo destrozamos de un plumazo con la acumulación de instalaciones frías y repetitivas? ¿Impedimos las vistas de hermosos horizontes a base de destellos del Sol reflejados en aburridas placas? ¿Eliminamos especies vegetales y animales, a veces autóctonas, para plantar molinos de viento?
Además, las renovables tienen muchas limitaciones: la energía solar depende del Sol directo -¿qué hacemos en invierno?- ; la eólica, del viento, lo cual supone un impedimento en zonas y épocas con poco impacto. La mareomotriz o la hidráulica no siempre funcionan a máximo rendimiento. Las renovables no son capaces, ni por asomo, de ser eficientes. No podemos despojarnos de las convencionales.
Dejemos aparte los inconvenientes de las energías renovables, querido Berganza, imaginando que estos fallos no existen o que son fácilmente subsanables. ¿Realmente piensas que somos capaces de sustituir todo nuestro consumo de petróleo, carbón o energía nuclear? Este es, amigo Berganza, mi principal argumento a favor de la insostenibilidad de las energías renovables: el excesivo consumo energético de nuestra sociedad y la dificultad para detenerlo. Para paliar tal consumo, la única vía sería sembrar el paisaje de instalaciones feas, caras y con alto impacto ambiental. Eso no es ni limpio ni ecológico. Y, sobre todo, querido compañero, eso no es viable desde ningún punto de vista. Ni siquiera desde el de un perro…
En este contexto, amigo cánido, tú argumentarás lo bien que se han implantado estos nuevos sistemas, su abultada aportación al mantenimiento del medio ambiente y su pronta acogida por parte de la ciudadanía. Déjame responderte: esa implantación tiene un claro amigo: la subvención. ¿Cuánto dinero se ha destinado a fomentar la instalación de plantas productoras de energías renovables? ¿Acaso el precio al que pagábamos esa energía no era mucho más elevado que el de la energía “convencional”? ¿Acaso es viable económicamente la implantación masiva de estos sistemas?
De otra manera, lo que quiero hacerte ver no es mi negativa al uso de energías renovables, Berganza, sino mi total seguridad de que éstas son insuficientes para abastecer a una población como, centrémonos en nuestro propio ombligo, España. ¿Sabes cuántas hectáreas de terreno son necesarias para producir energía eléctrica que abastezca a una población como Montilla? Aquí defiendo la inviabilidad de las renovables. Dudo mucho que nos merezca la pena sembrar nuestros campos de huertos solares, estaciones geotérmicas o centrales eólicas. El impacto visual e incluso ambiental sería terrible. Si tanto se critica la voraz especulación inmobiliaria en la costa o la ocupación de los campos por el ladrillo, ¿no estamos haciendo lo mismo con estas extensas instalaciones? ¿Sustituimos en la tierra alimentos básicos por producción de energía, por muy limpia que sea?
¿Y el paisaje? ¿Lo destrozamos de un plumazo con la acumulación de instalaciones frías y repetitivas? ¿Impedimos las vistas de hermosos horizontes a base de destellos del Sol reflejados en aburridas placas? ¿Eliminamos especies vegetales y animales, a veces autóctonas, para plantar molinos de viento?
Además, las renovables tienen muchas limitaciones: la energía solar depende del Sol directo -¿qué hacemos en invierno?- ; la eólica, del viento, lo cual supone un impedimento en zonas y épocas con poco impacto. La mareomotriz o la hidráulica no siempre funcionan a máximo rendimiento. Las renovables no son capaces, ni por asomo, de ser eficientes. No podemos despojarnos de las convencionales.
Dejemos aparte los inconvenientes de las energías renovables, querido Berganza, imaginando que estos fallos no existen o que son fácilmente subsanables. ¿Realmente piensas que somos capaces de sustituir todo nuestro consumo de petróleo, carbón o energía nuclear? Este es, amigo Berganza, mi principal argumento a favor de la insostenibilidad de las energías renovables: el excesivo consumo energético de nuestra sociedad y la dificultad para detenerlo. Para paliar tal consumo, la única vía sería sembrar el paisaje de instalaciones feas, caras y con alto impacto ambiental. Eso no es ni limpio ni ecológico. Y, sobre todo, querido compañero, eso no es viable desde ningún punto de vista. Ni siquiera desde el de un perro…
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