Año escolar, por Cipión

El Coloquio de los perros es la Novela Ejemplar cervantina en la que aparecen Montilla y la Camachas. Sus protagonistas, dos canes, Cipión y Berganza, también pretenden serlo de nuestra revista. En cada número, a través de sus reflexiones y posturas en páginas centrales, uno a favor y otro en contra, iremos tratando temas de interés para nuestra sociedad.
En esta ocasión, nos dan su opinión sobre la conveniencia del año escolar o el año natural.

Amigo Berganza, el que inventó la Nochevieja se equivocó de día, pues no hay mayor cambio en la cotidianeidad que el momento en que acaban las calores veraniegas y nos vemos en la tesitura de comenzar un nuevo curso escolar o laboral.
El final del verano marca el inicio de la vida de nuevo tras el parón estival, que en nuestras latitudes se torna en necesidad fisiológica por las infernales temperaturas de que disfrutamos. Septiembre es el momento de resetear el cuerpo y la mente, de volver a centrarnos en el día a día; existe un cambio climatológico que supone un marcado cambio de ciclo para las personas. Comienza el curso escolar y llegan las lluvias a los campos, los fascículos coleccionables a los quioscos, las series mediodecentes a televisión y el reloj a nuestra muñeca, pues requerimos de buenas dosis de rutina tras el descontrol estival.
En fútbol se otorga el título oficioso de campeón de invierno, pero quien realmente se lleva el gato al agua es el equipo de termina la temporada oficial en verano. El cambio de año vinculado al solsticio de invierno no deja de ser un lapsus dentro de una ritmo ya fijado; en el colegio equivale a un final y comienzo de trimestre, si bien todo lo que no hayamos hecho hasta entonces podremos recuperarlo en el siguiente, antes de acabe el curso. Pero con el fin de ese curso escolar las cosas no son tan livianas y los cambios en nuestra vida son más importantes, empezando por el cambio de ropa en los armarios y terminando con la carrera para acabar bien en junio, descansar y desconectar en verano  y la vuelta al orden que supone el mes de septiembre.
Ya te decía que el que inventó la Nochevieja se equivocó de fecha, y es que no estaría tan mal eso de comernos las uvas a primeros de septiembre, tiempo de vendimia sin ir más lejos.
 

Comentarios