Dicen las mentes
racionalistas que la suerte no existe, que
la creencia en la suerte es el fruto de un razonamiento pobre o un
pensamiento ilusorio. Sin embargo yo creo que fue la suerte la que aquella
mañana de mayo depositó en mis manos aquel libro: Marea Humana se llamaba,
Benjamín Prado era su autor. Y estoy convencida de que fue la suerte la que condujo a un Benjamín de 18 años a
entrar en aquel bar y que allí, por casualidad, en la silla contigua, estuviera
sentado Rafael Alberti.
Para este poeta, ensayista, novelista, articulista y
biógrafo madrileño, su amistad con Alberti y a la vez su admiración por este
poeta supuso el principio de su carrera como escritor, y así lo establece en su
obra Lo que canté y dije de Rafael Alberti: “Llegaste entonces, tus ángeles
dejaron su oro en mi vida”.
Para mí, el descubrimiento de este poeta español hizo que
aumentara mi interés por la poesía. Todo ocurrió en la Feria del Libro de
Málaga, cuando tres compañeras de universidad prometimos pasarnos el libro que
habíamos obtenido como premio en un concurso de poesía que se celebraba en la
primera caseta de aquella feria. Pero el libro no se movió de mis estanterías,
quizá porque mis amigas se olvidaron de pedírmelo, quizá porque al abrir las
tapas de Marea Humana hubo algo que me sorprendió y no quise desprenderme de
él.
Y es que la poesía me tenía acostumbrada a temas como los
amores imposibles, la llegada de la
muerte o la belleza de un paisaje, hasta que me topé con la última obra poética
de Prado. En 90 páginas se recogía una marea, un cúmulo de descripciones del
ser humano, ya que cada poema estaba dedicado a comportamientos humanos: El
avaro, La rencorosa, La misteriosa, El terrorista o El optimista son algunos de
los títulos de estos poemas. La temática que aborda este escritor en sus obras
es una de las características que hace especial la poesía de Benjamín. En
títulos como Iceberg, Corazón azul de alumbrado o Todos nosotros podemos
observar que su inspiración se puede situar en lugares tan distintos como un
jardín o un concierto de Aerosmith. En sus poemas, el lector se puede percatar
de que sus reflexiones abordan todo tipo de temas, puede admirar la belleza del
sol desordenándose en la carrocería de los automóviles o saber que una rosa
blanca esconde un trazo de paloma, el arte de realzar lo bello y de convertir
en bello lo banal del paisaje urbano.
En su vocación por la escritura, Benjamín Prado ha
conseguido lo que todo escritor desea, y es hacerse un hueco en el mundo
literario y tener un toque personal, destacar entre el resto. Sin embargo, este
escritor se autodefine como “un monstruo de la poesía”, una especie de
Frankenstein literario que está formado por un ojo de Neruda, un oído de
Alberti, el otro ojo de Lorca o la boca de Octavio Paz. Y es que leer a Prado
no es leer únicamente a Prado. Benjamín ha bebido de muchas fuentes literarias
y a menudo le gusta compartir sus conocimientos con el lector, pues en sus
poemas incluye de manera íntegra multitud de versos de los poetas que le han influenciado,
haciendo su obra mucho más enriquecedora.
Escritor de canciones de Sabina y experto recitador de
poemas, Benjamín Prado es una de las figuras más relevantes dentro del panorama
literario actual. Su poesía no es mera descripción sino que tiene la capacidad
de hacer razonar al lector. Esto hace que Benjamín se engrandezca como
escritor, pues los grandes escritores son los que te enseñan a pensar y hoy en
día el hecho de pensar es un lujo en un mundo en el que solamente hay tiempo
para actuar.
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