Mis historias de vampiros, por Andrés Núñez Ruz


Mi género favorito no es el de los monstruos, ya sean mitológicos o sacados de leyendas y el folklore popular, pero pocas historias despiertan en mí tanto interés como un buen relato de vampiros. Me da igual que sea una película o un libro.

Es curioso que a un ateo como yo le gusten estas historias de lucha entre el bien y el mal más absoluto donde los símbolos religiosos cristianos, que yo sepa, no otros, adquieren tanto significado y valor intrínseco, aunque Dios sólo esté presente como una inspiración.

Como casi todo el mundo, ya desde niño veía con más o menos interés películas sobre vampiros: los “Drácula” de Bela Lugosi o Cristopher Lee, “El baile de los vampiros” y otras muchas de serie más o menos B de las que apenas guardo recuerdo. Fue la adaptación de la novela de Stephen King “Salem´s Lot” a una miniserie de televisión dirigida por Tobe Hooper, el de Poltergeist, la que me dejó con ganas de más. Para los años 80 era realmente la caña, demonios que se aprovechaban del dolor de los que habían sido sus seres queridos levitando de noche frente a una ventana, me ponía la piel de gallina. El “idílico” pueblecito americano se va desmoronando en medio de la desesperación y sus habitantes se convierten uno tras otro sin que nada parezca poder detener la ola de maldad.

“Jóvenes ocultos” es para mí la película de vampiros ochentera por excelencia, entre cutre y tosca, tiene una buena banda sonora rockera; para mí es casi un placer culpable.

Mi cronología vampírica continúa con la genial “Drácula de Bram Stoker”. Francis Ford Coppola nos mete en la piel del vampiro y se concede la licencia de convertir la novela clásica en una historia de amor que luego, cuando leí el libro, no vi por ninguna parte (acepto críticas al respecto).

“Entrevista con el vampiro” abre nuevos campos a las historias de vampiros, ya no son sólo demonios sedientos de sangre, son seres inmortales muy diversos, igual que los humanos de los que proceden, buscan compañía para adaptarse a los nuevos tiempos, tienen sus leyes, algunos se adaptan y se van haciendo cada vez más fuertes y otros se desvanecen sin encontrar sentido a su existencia.

Lo que más me gusta de “Entrevista con el vampiro” es la búsqueda de los orígenes y el deseo, muy humano, de encontrar otra mente con la que conectar y afrontar la eternidad, necesidad incluso mayor que su sed de sangre, una metáfora perfecta de que alimentar la mente es igual de necesario que alimentar el cuerpo. De la siguiente y última película de la saga, “La reina de los condenados”, no guardo buen recuerdo.

Para empezar a acabar, “Déjame entrar” es una joya ambientada en los suburbios suecos de los años 80. Un niño con un mórbido interés por los asesinatos que sufre acoso escolar se hace amigo de una niña nueva en el vecindario que vive con quien podría ser su abuelo en una extraña relación. Usando el mito vampírico la película trata los asuntos más turbios de la sociedad: el acoso escolar, drogas, robos, pedofilia, prostitución, pederastia, suicidio y asesinatos. Pero también trata la homosexualidad y es una historia de amor con mayúsculas que emociona.

Termino con “Lo que hacemos en las sombras”, la serie, no la película; aunque las dos están muy bien, prefiero la serie. Pasamos del drama al humor. Un grupo de vampiros que comparten casa desde hace cientos de años en Nueva York participan en un reality show rodado en la propia casa y durante sus correrías nocturnas.

El protagonista o coprotagonista es Guillermo, que no es un vampiro sino el asistente de los vampiros, o como ellos lo llaman, el “familiar”. Guillermo es de origen mejicano y cuida estoicamente a los creídos, egoístas, estúpidos y torpes vampiros bajo la promesa de ser convertido en vampiro por su amo Nandor. El otro prota, promesa que siempre se retrasa. Pero el nombre completo de Guillermo es Guillermo de la Cruz Van Helsing y el ADN tira pal monte. También tenemos a un vampiro sicológico, el anodino pero implacable Colin Robinson, que no necesita esconderse de la luz del sol y, siempre trajeado, chupa la energía de sus víctimas enredándolas en aburridísimas charlas que se retuercen sobre si mismas.

Me dejo en el tintero otros grandes títulos como “Nosferatu”, “Byzantium” o “Abierto hasta el amanecer”, pero el género es tan amplio y mi memoria tan mala que seguro que he disfrutado de otras películas que después no me han dejado huella.



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